El día que casi declaro la guerra a unos auriculares.

 Había una vez una persona perfectamente racional (o eso creía yo) que fue derrotada por dos pequeños auriculares y un cargador sospechoso.😠 Suena a película de ciencia ficción barata, pero fue mi realidad.

Todo comenzó tiempo atrás, cuando uno de mis audífonos decidió que había tenido suficiente de este mundo terrenal y se des-cargó literal y emocionalmente. “¡Bah!”, pensé. “Seguro no lo cargué lo suficiente”. Lo puse en su cuevita de energía, esperando ver esa lucecita que brilla como estrella en Navidad. Pero… nada. Silencio. Oscuridad. Un vacío existencial en formato tecnológico.

Pasaron los minutos y yo, armada de valor (y de poca paciencia), comencé mi investigación detectivesca:

· ¿Será la luz? No.

· ¿Será la batería? Tampoco.

· ¿Será el cargador? ¡Ajá! 🤔¡Este es el culpable!

Ya me imaginaba siendo la heroína de un tutorial de YouTube: “Cómo revivir un cargador muerto con gritos y fe”. Estuve a milímetros de desarmarlo con un destornillador y un sueño, o de lanzarlo por la ventana 😠como si fuera fastball en las grandes ligas del drama. ¡Pensé que era el universo conspirando en mi contra!


Hasta que hoy, entre intentos y otros audífonos que también parecían en huelga, decidí darles una última oportunidad. Y entonces… ¡oh, sagrada ironía! Se me ocurrió hacer lo que cualquier genio pospandemia haría: cambiar los auriculares de lugar.

Sí. El de la derecha a la izquierda, el de la izquierda a la derecha.

Y ¡PUM! ¡Se encendió la maldita lucecita! ¡Cargaban! ¡Funcionaban! ¡Eran tan útiles como el día que los compré!

Mi cerebro inmediatamente viajó en el tiempo, buscando a la yo del pasado para gritarle:

—¡OYE, IDIOTA! ¡ERA SOLO CAMBIARLOS DE LADO!

Me sentí la clase de persona que intenta apretar el botón de “on” de un control remoto… ¡cuando es la tele la que está desenchufada!

Pero entre la vergüenza y la risa que me causé, entendí algo importantísimo:

Cuántas veces en la vida, cuando algo no nos sale, queremos romperlo, tirarlo o declararlo inservible…

Y resulta que solo estábamos mirando el problema desde el ángulo equivocado.

Moraleja: Antes de declararle la guerra a tus audífonos (o a cualquier problema), gira la situación. Literalmente.

Y si no funciona… bueno, siempre queda lo de la patada voladora en el trasero Pero esa ya es otra lección.


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