Las Paredes que Nos Hablan: Confesiones de una Ama de Casa que Aprendió a Escucharse
Hay días en los que el silencio pesa más que la lavadora llena. Donde las únicas voces que escucho son las de la radio de la mañana, el noticiero de la tarde y las telenovelas de la noche. Me di cuenta de que algo andaba mal el día que rompí un vaso y, en vez de recoger los pedazos, me senté en el suelo y me puse a llorar. No era por el vaso. Era porque en ese instante entendí que llevaba meses viviendo en piloto automático: despertar, limpiar, cocinar, dormir… y repetir.
Las Señales que Aprendí a Reconocer (Demasiado Tarde)
- El calendario que no miente: Cuando te das cuenta de que todos los días son iguales, que ya ni sabés si es martes o viernes.
- La ira que sale de la nada: Gritarle al gato porque se subió a la mesa, golpear la almohada porque se te quemó el arroz… y después sentirte culpable.
- La tele como mejor amiga: Preferís el ruido de fondo al sonido de tus propios pensamientos.
- "¿Y yo qué?": Cuando alguien te pregunta "¿Qué te gusta hacer?"* y te quedás en blanco, porque hace tanto que solo hacés lo que *hay* que hacer, que ya ni lo sabés.
Por Qué Nos Pasa Esto (La Ciencia Detrás del Encierro Invisible)
Nuestro cerebro no está hecho para vivir en repetición eterna. Necesita:
- Caricias, miradas, palabras (aunque sea un *"hola"en la panadería). Sin ellas, el estrés se acumula como ropa sucia.
- Algo que esperar: Un café con una amiga, una llamada, hasta un nuevo episodio de esa serie que te gusta. Sin eso, la vida se vuelve un desierto.
- Crear, aunque sea poco: Una planta que cuidar, un dibujo mal hecho, una receta nueva. Si no usamos las manos para algo que no sea limpiar, el alma se arruga.
Lo Que (Realmente) Me Ayudó a Salir del Automático
1. Empecé a saludar aunque no tuviera ganas. Al cartero, a la vecina del tercero, al chico de la verdulería. Un "Buen día" fingido se convirtió en uno real con el tiempo.
2. Inventé pequeños desafíos: "Hoy voy a cocinar algo que nunca probé" (aunque salga mal). "Voy a caminar hasta la plaza y contar cuántos perros veo". Tonterías que rompían el monótono.
3. Dejé de juzgarme por necesitar ayuda. Empecé a escribir este diario. Después, a llorar en voz alta. Y un día, hasta llamé a una amiga para decirle: *"Creo que me estoy perdiendo a mí misma".
Si Esto Te Resuena…
Querida compañera de rutinas infinitas:
No estás exagerando. No es "solo cansancio". Es tu humanidad pidiendo a gritos que la recuerdes. No hace falta que hagas un cambio radical. Basta con:
- Pararte en la puerta y respirar el aire 3 minutos.
- Escribir en un papel una cosa que te gustaba de niña (y preguntarte: ¿Por qué ya no lo hago?).
- Decirle a alguien, aunque sea por mensaje"Hoy estoy cansada"*.
Porque tú no eres solo la que mantiene la casa en pie.
Eres la que merece bailar en esa cocina que limpia todos los días.
La que tiene derecho a enojarse, a reírse, a extrañarse… y a volverse a encontrar.
*Y si hoy solo lograste leer esto entre una tarea y otra, ya es un comienzo.* 💛
*(¿Te ha pasado? ¿Cuál es tu pequeña rebelión contra la monotoní
a? Te leo en los comentarios).*

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