Ella llegó con las manos vacías,
pero el mundo le exigió naufragios.
Cada pared fue un diccionario de sombras:
*"Aquí se estrella la torpeza",* escribían,
*"Aquí sangran las alas sin nombre".*
Y todos contaban sus caídas
como quien enumera los granos
de un rosario de derrotas.
*"Mira",* decían, *"otra vez el polvo
le besa los labios".*
🎵
que suena a claveles abriéndose
en medio de un campo de escombros)* 🎵
Pero nadie vio cómo la luz
se bebía sus lágrimas
para hacer de ellas un río con dientes,
cómo sus rodillas —mapas de cicatrices—
aprendieron a arder de pie.
Ahora, cuando pasa frente a los muros,
ya no es la muchacha que tropezaba:
es la tormenta que los desordena,
la raíz que parte el mármol,
el himno que nace
cuando el silencio se cansa de callar.
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