El gran susto.!

El corazón me dio un vuelco. Un susto de esos que te dejan sin aliento, con las manos temblorosas y la mente en blanco. Todo comenzó con la inocente bajada de Misha, mi gata, por la ventana del techo. La vi, ágil y sigilosa como siempre, y mi mente, distraída por las tareas pendientes, solo registró su descenso. Un instante después, la culpa me golpeó como un mazo. Los gatitos… ¡los recién nacidos!


 Conozco la costumbre de algunas gatas, la de trasladar a sus crías de un lugar a otro, buscando la seguridad y el calor perfecto. Y ahí estaba yo, recordando esa costumbre justo cuando Misha, con su elegante andar felino, se alejaba de la escena. ¿Se los habría llevado? La idea se anidó en mi cabeza como una mala hierba, creciendo rápidamente hasta convertirse en un pánico desatado.

 La imagen de Misha trepando por el techo, escondiendo a sus pequeños entre las tejas, me atormentaba. El frío se acercaba, y la idea de esos diminutos seres indefensos, expuestos a las inclemencias del tiempo, me paralizaba. Sin pensarlo dos veces, busqué la escalera, la apoyé contra la pared y comencé a ascender, con el corazón latiendo a mil por hora.

 Cada escalón era un paso hacia la incertidumbre, hacia el miedo de encontrar a mis pequeños gatitos expuestos al frío y al peligro. El viento soplaba con fuerza, y yo me aferraba a la escalera como si mi vida dependiera de ello. Finalmente, alcancé el borde del techo y comencé a buscar, con la mirada fija en cada rincón, cada grieta.

 Y entonces, un suspiro de alivio. Allí estaban, acurrucados en su camita, dormidos plácidamente. Tres bolitas de ternura, inmóviles, ignorantes del gran susto que me habían provocado. En ese momento, el miedo se transformó en una oleada de ternura y alivio inconmensurable. Los bajé con sumo cuidado, los acurruqué en mis brazos, y les di un montón de mimos. Aprendí una valiosa lección ese día: la distracción puede ser peligrosa, y la preocupación materna, incluso felina, es algo que no debemos subestimar. Ahora, los gatitos y yo estamos juntos, a salvo del frío y del susto.

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