Rehabilitación de mi pequeño.

 Hoy quiero escribir sobre algo que me ha conmovido profundamente. He estado observando a las doctoras que trabajan en la rehabilitación de niños que han sido operados de los huesos. Nunca antes había visto algo así, y la verdad es que me ha dejado sin palabras.

 Estos pequeños, con sus yesos, sus muletas, sus rostros a veces llenos de dolor, pero también de una increíble valentía, son atendidos por estas mujeres extraordinarias. No son solo doctoras; son ángeles con batas blancas. He visto cómo se arrodillan a la altura de los niños, cómo les hablan con una paciencia infinita, cómo les explican cada ejercicio con una dulzura que derrite el corazón.


 No es solo la destreza médica lo que me impresiona; es la inmensa ternura y dedicación que demuestran. Cada sonrisa, cada palabra de aliento, cada abrazo cuidadoso, todo está impregnado de un amor incondicional. Se nota que no es solo un trabajo para ellas; es una vocación, una misión. Es una entrega total a la recuperación de estos pequeños guerreros.

 Observaba cómo una doctora, con una paciencia inagotable, ayudaba a un niño a dar sus primeros pasos después de una operación compleja. El niño, con los ojos llenos de lágrimas de esfuerzo y de alegría, se apoyaba en ella, y ella, con una sonrisa radiante, lo sostenía con firmeza y con un cariño desbordante. Esa imagen se grabó en mi memoria para siempre. Fue un momento de una belleza conmovedora, un instante de pura esperanza.

 


Esas doctoras no solo curan huesos; curan también el alma. Devuelven la alegría a los niños, les dan la fuerza para seguir adelante, les inspiran confianza en sí mismos. Me han enseñado que la medicina no es solo ciencia; es también un acto de amor, de compasión, de entrega absoluta. Y me han demostrado que hay personas capaces de hacer maravillas, personas que dedican su vida a ayudar a otros, a devolverles la salud, la movilidad, la vida misma.

 Nunca olvidaré la dedicación y el amor que estas doctoras le brindan a sus pequeños pacientes. Su trabajo es un testimonio de la grandeza del espíritu humano, una prueba de que la esperanza y la compasión pueden curar incluso las heridas más profundas. Son un ejemplo a seguir, un faro de luz en la oscuridad. Y ahora, yo también quiero ser parte de esa luz, de esa esperanza, de esa compasión.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Abre tu regalo!🎁