Cuando los amigos son el empujón que necesitas.

 Siempre imaginé que estudiar para ser traductora de inglés sería como encajar la última pieza de un rompecabezas. Al fin y al cabo, me encantaba el idioma. Pero la realidad, me golpeó con fuerza. De repente, me vi nadando en un mar de tecnicismos, estructuras complejas y matices que parecían escapárseme entre los dedos. Lo que para algunos de mis compañeros era fluido y natural, para mí se convertía en una montaña empinada.

La frustración se convirtió en mi compañera de clase silenciosa. Empecé a cuestionarme todo: "¿Realmente esto es para mí?", "Tal vez no tengo la facilidad necesaria". La inseguridad creció tanto que tomé una decisión radical: iba a dejar la carrera. Creí que era la solución más honesta conmigo misma y con mi paz mental.

Pero la vida, a veces, te coloca ángeles en el camino disfrazados de compañeros de universidad.

Al compartir mi decisión con algunos de ellos por WhatsApp, esperando tal vez comprensión o un simple "lo entiendo", me encontré con algo mucho más poderoso: un muro de apoyo inquebrantable. No fueron simples palabras de aliento; fueron consejos sinceros, anécdotas de sus propias luchas y una fe en mí que yo misma había perdido. Me recordaron que todos aprendemos a ritmos diferentes, que la "facilidad" no es sinónimo de pasión ni de dedicación, y que rendirse en el primer tropiezo era dejar que el miedo ganara.


Fue gracias a ese empujón, a esa red de apoyo que se tejió en mensajes y llamadas, que decidí volver. No lo hice por obligación, sino para probarme a mí misma. Para responder a esa pregunta que me atormentaba: "¿Realmente puedo hacerlo?". Y la respuesta, sin importar el resultado final, ya la estaba encontrando al tener el valor de intentarlo de nuevo.

Hoy, de vuelta en las aulas y retomando el curso, miro hacia atrás y solo siento una inmensa gratitud. Esta experiencia me enseñó más que cualquier módulo de traducción: me recordó el poder transformador de la amistad y la comunidad. A esos compañeros increíbles que están en mi WhatsApp y que me tendieron la mano cuando más lo necesitaba: ¡Gracias!. Su consejo y ánimo fueron el faro que me guió de regreso.

Esta vivencia me hizo recordar una lectura preciada, "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel. Aunque es una novela de realismo mágico, en el corazón de la historia está la figura de Tita, cuya fuerza y capacidad para seguir adelante nacen, en gran medida, del apoyo y el amor de quienes la rodean, especialmente de su amiga Chencha. Es un hermoso recordatorio de que, a menudo, somos el sustento los unos de los otros, la chispa que reaviva la llama cuando esta se apaga.

La carrera sigue, los desafíos también, pero ahora sé que no los enfrento en soledad. Y si tú que me lees estás pasando por un momento similar, ya sea en tus estudios, tu trabajo o en la vida personal, permíteme decirte: no subestimes el poder de rodearte de buena gente. A veces, la fuerza para continuar no está en nosotros, sino en la mano amiga que nos recuerda quiénes somos y de qué somos capaces.

¿Y tú? ¿Has tenido una experiencia donde un amigo te ayudó a seguir adelante? Te leo en los comentarios.

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